Evangelismo
Contemporáneo
Tema para
Meditar a la Luz de la Palabra de Dios
¿Cómo podemos evaluar adecuadamente el evangelismo
contemporáneo?
“Examinadlo
todo (por la Palabra de Dios); retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21;
Hebreos 5:14; Filipenses 1:9-10). El acercamiento pragmático es éste: “Si
funciona, debe estar bien. Miren los resultados. Almas están siendo salvadas.
Las cosas están sucediendo realmente, de modo que tenemos que estar en el
centro de la voluntad de Dios.” Nuestro acercamiento es éste: ¿Qué dicen las
Escrituras (cf. Romanos 4:3)? Si Dios lo dice, tiene que estar bien. ¿Qué dice
Dios sobre el evangelismo? ¿Cuál es el método de Dios? ¿Cuál es la prioridad de
Dios en el evangelismo?” Los esfuerzos evangelísticos tienen que ser juzgados y
evaluados, no en base a los resultados, sino por la Palabra infalible de Dios.
¿Deben
cooperar los fundamentalistas en los esfuerzos evangelísticos con los que son
teológicamente liberales y/o con los católicos romanos y otros grupos divergentes?
¿Las cruzadas evangelísticas deben ser patrocinadas por liberales, modernistas
e incrédulos? ¿Deben los evangélicos pedir a clérigos liberales para dirigir la
oración, encabezar comités y aconsejar a quienes toman decisiones?
La Biblia
dice ésto: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos…Salid de en medio
de ellos, y apartaos” (2 Corintios 6:14-17; cf. Apocalipsis 18:4; Deuteronomio
22:9-11). Cuando un buey y un asno están bajo un mismo yugo, están haciendo el
mismo trabajo. Son del “mismo equipo,” trabajando juntos por metas y objetivos
comunes. Los creyentes no deben trabajar con la cooperación de inconversos para
cumplir con la Gran Comisión. A un jugador de fútbol nunca se le ocurriría
pasarle la pelota al equipo contrario. El Señor Jesús nunca comisionó a los
incrédulos para llevar a cabo la obra de Dios. La actitud de nuestro Señor
hacia los falsos líderes religiosos y transgresores de Su día era de justa
indignación, de reproche y de rigurosa condena (Mateo 23:13-36). Su actitud,
ciertamente, no era una de conciliación, compañerismo y aprobación.
Hay una
diferencia entre predicar el evangelio a
un liberal y predicar el evangelio con
un liberal. Lo primero está dentro del propósito del evangelismo bíblico; lo segundo
solo puede ser considerado compromiso ecuménico. Nunca debemos unir fuerzas con
los incrédulos, no siquiera con el propósito de ganar almas.
Dios ha
hecho diferencia entre los salvos y los inconversos y Dios demanda que esta
diferencia sea evidente y definida—por eso es necesaria la separación. La
Palabra de Dios retrata esta diferencia como sigue: Justicia/Injusticia;
Luz/Tinieblas; Cristo/Belial; Creyente/Incrédulo; Templo de Dios/Ídolos. Entre
éstos no puede haber compañerismo, comunión, concordia, parte o acuerdo (2
Corintios 6:14-16). Debe mantenerse una clara línea de demarcación entre el
fundamentalismo y el modernismo y entre el verdadero cristianismo y el falso
cristianismo. Hay un gran abismo entre
los dos (comparar Lucas 16:26).
¿Debemos
estimular, asistir o cooperar con líderes religiosos que no son sanos en la fe?
“Si alguno
viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le
digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas
obras” (2 Juan 10-11).
“Mas os
ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en
contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos” (Romanos 16:17).
“Al hombre
que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” (Tito
3:10).
“Que
tendrán la apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos
evita” (2 Timoteo 3:5; cf. “poder” en Romanos 1.16; 1 Corintios 1:18, 24).
¿Debemos
cooperar con quienes predican un evangelio “diferente”? “Si alguno os predica
diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:6-9).
“Como te
rogué (Timoteo) que te quedases en Efeso…para que mandases a algunos que no
enseñen diferente doctrina” (1 Timoteo 1:3).
Unir las
manos con quienes predican un evangelio diferente acarrea la maldición
(anatema) de Dios, no Su bendición.
¿Los
falsos maestros deben ser tratados como amigos o enemigos de la iglesia de
Jesucristo? “¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová?” (2
Crónicas 19:2).
“Porque
por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora os lo
digo llorando, que son enemigos de
la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el
vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”
(Filipenses 3:18-19). “Porque tales personas no sirven a nuestro Señor
Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas
engañan los corazones de los ingenuos” (Romanos 16:18). “Hay algunos que os
perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7).
¿Debería
el evangelista advertir a la gente en cuanto a la incredulidad y la apostasía
en la iglesia?
Por no
advertir, las manos de muchos evangelistas están manchadas de sangre (Ezequiel
33:6). Pablo estaba limpio de la sangre de todos los hombres, no porque hubiese
alcanzado cada casa en Efeso con el evangelio de Juan, sino porque no rehuyó
anunciar a los creyentes de Efeso todo el consejo de Dios (Hechos 20:26-27).
Pablo no cesó de amonestar al rebaño acerca de los lobos rapaces que entrarían
en la iglesia y de los que se levantarían dentro de ellos (Hechos 20:29-32). A
muchos evangelistas de hoy les parece muy difícil y poco ético advertir contra
los lobos que cooperan en la campaña y que acompañan en la plataforma. Todos
los creyentes, incluso los evangelistas, deben probar los espíritus porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo (1 Juan 4:1). El Señor Jesús
expuso el error de los líderes religiosos de Su tiempo (Mateo 22:29) y advirtió
repetidamente a Sus discípulos contra los falsos maestros (Mateo 7:15-20;
16:6-12; 24:4-5; Lucas 12:1,15). El evangelista no solo debe predicar que
Cristo es “el camino”, sino tiene que insistir en que Cristo es “el único
camino” y esto necesita una advertencia contra los “caminos falsos” que llevan
a la perdición. Si a Dios le hubiera parecido innecesario advertir contra los
falsos maestros, Pedro podría haber omitido los capítulos 2 y 3 de su segundo
libro, las siete cartas a las iglesias de Asia podrían haber sido abreviadas,
las epístolas pastorales habrían sido condensadas a sólo unos pocos capítulos y
los libros de 2 Juan, Judas y Gálatas no estarían incluidos en el canon.
¿Debe el evangelista
enviar a los convertidos de vuelta a “la iglesia de su elección”?
Una
práctica común entre los grandes evangelistas es enviar a los convertidos de
vuelta a “la iglesia de su elección”. Esta práctica dañina puede ser
extremadamente perjudicial para el nuevo convertido. Los nuevos convertidos
deben ser protegidos de los líderes de las iglesias que profesan ser
“cristianos”, pero que niegan las verdades fundamentales de la Palabra de Dios.
¿Cómo puede ser asistido y fortalecido un creyente en Cristo recién nacido en
el ambiente de una iglesia liberal donde la Biblia no es creída o tomada en
serio? ¿Cómo pueden ser echados despiadadamente a los lobos los pequeños
corderitos? ¿No deberían los nuevos creyentes ser advertidos acerca de los
ministros de Satanás que aparentan ser “ministros de justicia” (2 Corintios
11:13-15)?
En vez de
ser encomendados a esas iglesias, ellos deben ser advertidos seriamente acerca
de esas iglesias. Debemos enviar a los convertidos a una iglesia que sea de la
“elección de Dios”. Debemos guiar con solicitud a los nuevos creyentes a
iglesias que creen en la Biblia, que enseñan la Biblia y que practican la
Biblia, pero ¿cuántas veces oyes a un evangelista famoso dar esta clase de
consejo específico?
¿Cuál debe
ser nuestra relación con un hermano cristiano que desobedece consistente y
deliberadamente los mandamientos apostólicos, incluyendo 2 Corintios 6:14-17;
Romanos 16:17; Tito 3:10; y 2 Juan 10?
“Pero os ordenamos,
hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo
hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de
nosotros” (2 Tesalonicenses 3:6; cf.2:15).
“Si alguno
no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os
juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino
amonestadlo como a hermano” (2 Tesalonicenses 3:14-15).
¿Es una
muestra de AMOR apartarse de un creyente desobediente de acuerdo con 2 Tesalonicenses
3:6 y 3:14-15?
Amor es
obedecer los mandamientos de Cristo (Juan 14:21-24; 15:9-10; 1 Juan 2:3-6;
5:2-3; etc.). El amor se goza en la verdad, no en la iniquidad (1 Corintios
13:6). El amor hace diferencia y prueba (Filipenses 1:9-10). Lo mejor que se
puede hacer a un creyente que se niega a someterse a los mandamientos de Dios
es apartarse de él y no tener compañerismo con él, sin considerarlo enemigo,
sino amonestarlo como a un hermano.
¿Debería
el evangelista estar motivado por la filosofía de “Almas a cualquier costo”?
Aunque
debemos estar dispuestos a sacrificar hasta nuestras propias vidas para la
salvación de los perdidos, esto nunca debe ser nuestro motivo supremo. Debe,
por el contrario, ser éste—“Fidelidad a Dios y obediencia a Su Palabra a
cualquier costo.” La filosofía jesuita de que el fin justifica los medios es
una abominación al Señor (cf. Romanos 3:8; 6:1-2). El atleta cristiano tiene
que seguir el Libro de Reglamentos si ha de ser coronado (2 Timoteo 2:5). En 1
Samuel 15 Saul desobedeció el mandamiento de Dios (v.3) para “obedecer el
mandamiento de Dios” (vs.20-21). ¿Agradó esto a Dios? “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que
la grosura de los carneros” (vs.22-23).
¿Debemos
elegir entre “predicar el evangelio” y “defender la fe”?
Decididamente
no. Ambas son exigencias escriturales y ambas han de realizarse a la manera de
Dios. Debemos predicar el evangelio a todas las naciones (Lucas 24:47) y
tenemos que contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos (Judas 3). La iglesia primitiva hizo ambas cosas.
Al
percibir problemas en el evangelismo contemporáneo, ¿cuál debe ser nuestra
actitud frente a los hombres perdidos?
Es muy
fácil criticar a otros y ser nosotros mismos culpables. Juzgamos a otros y nos
condenamos a nosotros (Romanos 2:1). Necesitamos tener un corazón ardiente e
inquieto por los PERDIDOS. No critiquemos el evangelismo comprometido, mientras
nuestros propios corazones son fríos y estériles en cuanto a ganar a los
perdidos. “Pues si anuncio el evangelio,
no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no
anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).
¿Es para
todos los creyentes la Gran Comisión?
No, la Gran
Comisión de Mateo 28:19-20 es solamente para los creyentes adoradores, fieles y
obedientes.
¿Deberíamos
preocuparnos por los números y el “éxito en las estadísticas?
Deberíamos
preocuparnos por toda persona sobre la faz de la tierra. Deberíamos querer lo
que Dios quiere y desear lo que ÉL desea. Dios quiere que todos los hombres
sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4) y deberíamos
compartir este deseo. Nuestro mayor gozo debería ser ver a los creyentes andar
en la verdad (3 Juan 4; 2 Juan 4). Debemos recordar siempre que es Dios quien
está edificando Su Iglesia (Mateo 16:18); es Dios quien añade a la iglesia cada
día los que han de ser salvos (Hechos 2:47); es Dios quien da el crecimiento (1
Corintios 3:6-7), y es Dios quien bautiza a cada creyente en el cuerpo de
Cristo (1 Corintios 12:13). Sólo Dios puede convencer (Juan 16:8), salvar
(Hebreos 7:25), guardar (Juan 10:28) y completar la gran obra de salvación que
ÉL comenzó (Filipenses 1:6). Nuestra principal preocupación no debe ser los
números, sino la fidelidad (1 Corintios 4:2). Nuestra única motivación debería
ser el “bien hecho” de Dios en el tribunal de Cristo (1 Corintios 3:11-15; 2
Corintios 5:9-11; Romanos 14:10-12; Filipenses 3:8).
¿Debe la
iglesia recurrir a artimañas promocionales baratas y sensacionales para atraer
la atención de los pecadores?
“Un
ambiente tipo carnaval inunda a algunas iglesias hoy: ‘Suba a nuestro bus de
Escuela Dominical. Si lo hace, puede que tenga la suerte de encontrar un
billete de $5.00 debajo de su asiento.’ Es enfermante los excesos a los que han
llegado algunos en su afán de aumentar su nómina. Huele a carne y degrada el
evangelio. El santo y sublime mensaje de la cruz ha sido arrastrado al polvo
ante los ojos del público. Es hora de que los cristianos digan, ‘Basta’.
Esto no es
para repudiar toda promoción. Ciertamente, hay lugar para la promoción que se
hace con buen gusto y que honra a Cristo, digna y efectiva. Sin embargo, la
iglesia de Jesucristo no debe transformarse en un circo. La iglesia que predica
la Palabra de Dios en el poder del Espíritu atraerá a los pecadores y verá
salvos a muchos de ellos sin recurrir a métodos baratos y deslucidos” (Ernest
D. Pickering, The Theology of Evangelism
-La Teología del Evangelismo- Baptist Bible College Press, Clarks Summit,
Pennsylvania, pp.46-47).
¿Cómo
pueden ser testigos efectivos en nuestro mundo contemporáneo las iglesias
locales que enseñan la Biblia, que están centradas en Dios y que honran a
Cristo?
No puede
haber mejor respuesta que la del Dr. G. Campbell Morgan:
“Hay una
tolerancia que raya en traición. Hay una paz que resulta en parálisis. Hay
momentos en que la iglesia debe decir ¡No! a quienes buscan tener con ella una
comunión basada en el compromiso para realizar su labor. Mantenerse aparte
puede producir ostracismo y persecución; pero tendrá poder e influencia. Si la
Iglesia de Dios en las ciudades de hoy se apartara de las máximas del mundo, se
apartara de las filosofías materialistas de las escuelas, dando testimonio solamente
de la todo-suficiencia de Cristo y de la perfección de Su salvación, aunque
perseguida y aislada y golpeada, a ella mirarían los hombres en la hora de su
aflicción y angustia y necesidad nacional. La razón por la cual los hombres no
buscan a la Iglesia hoy, es porque ha destruido su propia influencia por el
compromiso.”
Que
nuestro evangelismo sea centrado en Dios, que nuestro evangelio sea Cristo
crucificado, que nuestro poder sea Dios el Espíritu Santo y que el Señor de la
mies se agrade en tomar un pueblo para Su nombre y para Su gloria.